Divagaciones sobre una tela de Dalí

lunes, 26 de marzo de 2007



"Mi mujer",  Salvador Dalí



Y para que engañarse. Usted, Paloma mía, es fatalmente encantadora cuando se pasea de esa manera tan desenfadada, con esa soberana lozanía de capullo matinal. Es más: casi debería decir cuando se pasea desnuda. ¿Por qué me mira con esa expresion en la cara?

El era un consumado artista del ojeo, midiendo la noche desde su atalaya. Resistiendo los envites de los mirares ajenos, hasta que le echaban humo las pestañas. (1)

Yo me deleito observándola desde este lugar de maravillas, donde, juraría, pocos habrán conseguido mirarla. Y siento un placer casi impúdico al mirarla.

Desde el ojo de esta cerradura la percibo a usted, como se perciben las casas bajas desde los altos balcones de un edificio. Esas casas que tienen todas una fachada casi idéntica. Pero basta con tan solo otear desde un punto estrategicamente elegido, una atalaya como la de este voyeur, para distinguir sus patios traseros: en algunos de esos espacios a veces hay suciedad y abandono. También bicicletas viejas arrumbadas contra alguna pared despintada y macetas apretadas de la flora del mundo. Y gatos y charcos de agua. ¿Se ríe? Y es que usted no lo sabe. También allí arriba comienza el cielo de verdad, y uno puede beber jugos de luna y hacer algodón de azúcar con las nubes bajas.

Comprenderá que también allí había que mirar muchas cosas en esa forma. Que también en una boca, en un amor, una novela había que subir (…) Pero tenga cuidado (…) Hay cosas que solo se dejan ver (…) y otras que no quieren, que tienen miedo de ese ascenso que las obliga a desnudarse tanto (…) Cuidado con esa silla, cuidado con esa mujer. (2)

Me alucina ser su voyeur, Paloma mía. Me seduce espiarle el alma a sus deseos. Me hipnotiza comer con los ojos la fibra de su instinto. Me gusta adivinarla, presentirla y saber que eso no la incomoda. Y diré mas: al contrario, intuyo que le es delicioso. Como correrse un bretel muy ajustado y rozar suavemente la piel enrojecida.

Cuando ella respondió al torniquete de su mirada con el navajazo de sus ojos (...) el se dio cuenta de que la vida le regalaba una compañera para sus juegos. (1)

Y ahora descubro en usted un búmeran: se baja mansamente los breteles apretados de sus recelos, y suelta por fin la sospecha y el escrúpulo que le apretujaban las alas. Y atrapo en su rostro la seña inconfundible del cómplice, el guiño que abre este juego de confundirnos y reconocernos. Y dejo de ser su voyeur y me convierto por fin en esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra, a la orilla de la chimenea…(3)

Y toda la maravilla del universo nos embriaga.


(1) De "Mírame y no me toques",  Joan Manuel Serrat

(2) Del audio "Instrucciones para subir una escalera al revés",  Julio Cortázar

(3) De "A orillas de la chimenea",  Joaquín Sabina

Semblanzas

sábado, 24 de marzo de 2007

Porque mi suéter está al revés, y porque el color de esta camisa no está en los catálogos de moda. Porque mi cabello se olvidó del peine del estilista, y porque este par de anteojos que tanto me gustan son los que le han robado a la estatua de Woody Allen en Oviedo. Y entonces alguien me dice “que inapropiado”.

Identidad…

Y sé que naci salmón en medio de ovejas. Cuántas veces la normalidad, esa condición del ser que jamás comprendí, me abofeteó en la mitad del rostro, dejándome una sensación de extranjero entre iguales.

Y en mi todo se rebela, porque en mi mente rompo lanzas para mantenerme integro, para no falsearme, para no abandonar este rostro y esta voz que sé que son mías, estas intuiciones de utopías en las que creo y a las que me aferro.

Todo lo que realmente quiero es algo de tolerancia y un modo de calmar esta voz enojada.

Porque también esta este cansancio, estas ganas tremendas de patear el tablero, esta insufrible inercia que a veces me deja plomo en los brazos, agua en los ojos, frio en el pecho, mientras me frunce el ceño y me agota.

¿Te canso? Tal vez vos también terminarás pensando que deliro. O que me enrosco con hilos de humo, que lo único que consigo con mi manera de pararme frente al mundo es amargarme y hacerme daño innecesariamente. A lo mejor vos tampoco comprendés este afán que tengo cuando quiero disecarlo todo, cuando el gran ojo se abre y pone bajo la lupa cada insecto, cada fibra, cada partícula de tiempo que me roza y me huella.

Identidad...

Qué no daría por encontrar un amigo del alma. Y si te escribo es porque aun creo, porque todavía me figuro que existe ese “vos” sin nombre que en algún lugar me busca para emocionarse conmigo, y caminar en el anochecer, simplemente caminar y guardar silencio, sabiéndonos perfectamente acompañados, sin la necesidad de que medie una palabra explicativa que venga a romper la magia con una grotesca explicación de cómo y porqué.

Y qué no daría por conocer un semejante. Y si digo semejante no creas que espero hallarlo en un espejo, no me pienses un inválido precisado de bastones y muletas. No espero un “vos” que me de siempre la razón y ceda a cada capricho o locura mía. Cuando digo semejante nombro a ese que me acepte sin parcelarme, sin reciclarme, sin modificaciones por cambio de firma.

Y cuántas veces me hallé con las manos ateridas de ternura mientras se marchitaba una caricia sin que encontrara destino. Si te contara de los abrazos maduros que esperan para colgarse en en otra cruz, en otros brazos.

No tengo prisa, podría esperar eternamente.

Pero esto lo puedo decir ahora, antes no, porque más de una vez me conformé.

Me conforme.

Y sé que esto es admitir mi carencia, es reconocer que alguna vez podé mis alas, fui recortando trozo a trozo la tela que tanto me coste pintar, hasta quedarme con la caricatura de lo que soñé.

Esperar.

Mientras tanto viviré como si no hubiera un mañana, como si en este segundo la trompeta del final retumbara quebrando el tiempo, mi tiempo, y el cordel que me ata a tierra se deshiciera soltando amarras.

También, mientras tanto están los apremios legales, y los otros, las locuras y el sonido de las mentiras cayendo alrededor, el perro rabioso que persigue mis talones, la fabrica de mascaras que exige ser gerente de mi rostro, el tiempo empaquetado en su circulo vicioso, hostigándome. Los conflictos de afuera. Y mi deseo de beber completo el cáliz de mi vida, y la soledad siempre presta a trabajar horas extra, siempre presta a ocupar plenamente el tiempo donde nadie me espera.

Identidad…

¿Por qué estas tan paralizada de silencio? ¿Te fastidio? Acaso mis palabras sean demasiado grises para vos, o tal vez te impaciente mi melancolía. Debés estar preguntándote porqué soy tan implacable y desencadenado. Y bien sé que ahora podrías estar sentada disfrutando de un buen libro, o haciendo nada mientras la música lo hace todo por vos.

Y es que ahora todo lo que necesito es un alma para cavar un abismo mas profundo.

Y si te escribo es porque aun creo…

Te daré cantidades infinitas de completa tolerancia si la querés, no me deberás nada por darte amor como éste que yo te doy. Te doy las gracias por recibir, es mi privilegio. Podés pedir espacio para vos y solo para vos, y yo te lo garantizare. Y no hay cadenas atadas a ello.

Niño que sueñas

viernes, 23 de marzo de 2007


Ilustración: Patricia Pereyra


Pero despierto y hay ruido por todas partes, la gente pasa corriendo en todas direcciones y todos parecen ir tras de algo o alguien que se les escapa. Entonces me levanto y estoy aun aturdido y mi cuerpo medio entumecido no sabe mantenerse en pie, y tropiezo y casi caigo, pero logro prenderme de una barra de metal helado y negro. Y recién ahora comprendo que es esto una estación de trenes o autobuses, aviones o cohetes a la luna.

Allí, delante, hay unos que se abrazan y lloran, y parece como si hace mucho tiempo se hubiesen estado esperando y buscando. Yo los miro…”y si, tal vez, entonces” y el corazón se me estremece y pienso que acaso estoy allí siendo esperado por alguien a quien deseo ver también desde hace tanto.

En ese momento observo que hay gente que sigue esos carteles que gritan unos “Felipe Robles” otros “Paula del Cedro y Flia” y trato de recordar el nombre mío. Pero me duele tanto la cabeza que no logro recordar nada. Y en un segundo me cubre un sudor frío, y tiemblo y me estremezco: no sequien soy. Oscuramente ahora, una intuición después, ¡por fin recuerdo! Y entonces una alegría indecible me salpica el rostro y mis ojos buscan el nombre que soy en las letras de los carteles que desfilan por enfrente, llevándose una vez un solo nombre y otras veces varios nombres de una vez.

Repito el dibujo de los labios que van diciendo los nombres de quienes ellos buscan, la curva de las bocas que preguntan por esos a quienes alguien espera con ansias y con un abrazo madurado en la distancia y la carencia. Pero ningún cartel dice el nombre mío, ninguno de esos labios dibuja el dibujo que mis labios dicen cuando me nombran.

Y otra vez me alegro porque un poco mas allá veo una ventanita en la que algunos hacen fila: tal vez allí me digan quien es el que me espera, quién el que sabe quien soy y tiene junto a su pecho un abrazo maduro que espera mi abrazo como la tierra espera la lluvia}, y tal vez al verme ese que espero desde hace mucho con abrazo colgado en el pecho llore al verme y yo deshaga en lagrimas por fin de alegría.

“Informes” dice el cartel donde hacen fila esos, que, como yo, no han encontrado su nombre repetido en un cartel o un par de labios. Allí, una mujer vestida de azul y blanco gobierna una oficina pequeña de apenas un par de metros. En las paredes cuelgan calendarios de años que no recuerdo y fotografías de lugares que jamás he visto; todo allí parece fantástico y extraño. Entonces me alivia ver como la mujer mira en su lista y dice a cada uno de los que preguntan quién es el que los espera, y les da una tarjeta y ellos sonríen, porque allí de seguro está esperándolos un abrazo tibio. Y entonces corren de nuevo y los ojos les brillan, y cuando yo los veo se me alegra el pecho y me dan ganas de que pronto llegue mi turno y ya falta poco. Apenas cinco, y cuatro, y tres, y un par más, solo uno…

Entonces me cuelgo del mostrador al que apenas llego y digo precipitadamente mi nombre y pregunto quién es el que me espera y estiro mi mano para tomar mi tarjeta. Pero la mujer de blanco no me escucha y entonces repito mi nombre, pero veo que ella mira al que esta detrás de mi y a ese le da su tarjeta y él corre y sus ojos le brillan.

Me quedo repitiendo mi nombre a gritos, pero ella ni nadie me oyen, y trepado al mostrador, grito. Grito cada vez mas fuerte y trato de asir a la mujer, y mis manos la perforan, y su ropa de bruma burla mi esperanza deshaciéndose entre mis dedos, pero su figura ya lejos de mi se rehace, y la fila se termina. Entonces ella detiene su mirada en mi, y en ella parece haber algo como una burla; toma la tarjeta que le queda y mirándome, le enciende fuego. Nítidamente veo allí mi nombre escrito y debajo otro nombre que trato de descifrar, pero ella arroja la tarjeta encendida al suelo y se marcha riendo.

Entonces yo salto el mostrador e intento tomar mi tarjeta que arde pero ya es tarde y me quemo, y la arrojo al piso y ya es ceniza y la mano me duele y corazón me duele y un abrazo colgado del pecho se pudre entre mis brazos que cuelgan como ramas muertas y me veo reflejado en un cristal quebrado y todo se queda a oscuras y unas lagrimas que no puedo contener me hieren y me van lavando poco a poco el rostro hasta que no veo mas mi reflejo y desaparezco…

Nocturnidades

Lejano, intenso, urgente y preservado del tiempo, ya inmortal. Muerto vivo, suena Miles Davis. Lo veo aferrado a su gran oráculo negro y dorado, disparando eternidad y trozos de tiempo en escalas. Te veo a vos que no estás en este cuarto, ni en esta casa, ni en la manzana. No estas en Córdoba, no estás conmigo en esta cama que de pronto es inmensa.

Y ahora es tan fácil imaginar que vos tampoco conseguís dormir, verte ahí, atravesada en tu cama, enredada entre sábanas, almohadas y ropa de dormir. Atravesada también por esto. Esto que ni vos ni yo necesitamos nombrar aún, tal vez para ordenarlo y clasificarlo.

Rótulos. Como los de los frascos en la alacena de la cocina. Y esto es la esperanza, y aquí la alegría. Agregar además un poco de cordura y sentido común. Un poco de sal, una pizca de comino y pimienta negra. Rótulos. Ah, por cierto, muy importante: sazonar la mezcla con pasión a gusto. Las recetas.

Pero dónde nadie aprendió alguna vez la farmacopea de la felicidad. Y ahora me dirás como aquella otra vez: he descubierto que la felicidad no existe. Y pensaré entonces, sin decirte nada, cuántas postergaciones, cuántas renuncias, cuánta paz alquilada amortizada con ásperos silencios habrán hecho falta para dejar de creer.

Pero ahora vos tampoco conseguís dormir.

Para espantar este insomnio que porfía en tejer y destejer esta trama del derecho y del revés, sin mirar agarro del montón de libros de la mesa de luz uno cualquiera. Me sonreís en la pantalla del monitor. Me miras ladeando la cabeza. ¿Espiás que leo? Creo que a vos también te gustaría este tomo, El libro de la risa y el olvido, Milan Kundera.

Los ojos pasean, caminan párrafos enteros y como un murmullo lejano me entero de que Karel piensa : “delante de todo hay una gran pera y mucho más atrás un tanque, pequeñito como una mariquita que en cualquier momento puede levantar el vuelo y desaparecer. Ay, si, en realidad mamá tiene razón: el tanque es mortal, y una pera es eterna”. Inmediatamente recuerdo esa otra figura: una mujer hastiada de un mundo hacia el que no siente mayor apego, decide caminar para siempre con una flor de nomeolvides azul frente a su rostro, ya para siempre sin memoria.

Y ahora vos tampoco conseguís dormir.

Y sin embargo ahora aquí hay de todo menos falta de memoria. Y menos aun deseo de perderla.

Profesión de Fé

jueves, 22 de marzo de 2007


"Sí, sí, por lastimado y jodido que uno esté, siempre puede uno encontrar contemporáneos en cualquier lugar del tiempo y compatriotas en cualquier lugar del mundo. Y cada vez que eso ocurre, y mientras eso dura, uno tiene la suerte de sentir que es algo en la infinita soledad del universo: algo mas que una ridícula mota de polvo, algo mas que un fugaz momentito"

Eduardo Galeano, de "El libro de los abrazos"