Nos veremos Otra Vez

miércoles, 28 de octubre de 2009

Por motivos que no vienen a cuento explicar, mude mis post a http://hipervincular.blogspot.com/
Todo lo que produzca será publicado en el nuevo blog.

Nos vemos por alli...

El Griego

Qué es Trivium y Quadrivium

viernes, 8 de mayo de 2009

Definitivamente no era esta la intención de El Griego cuando comenzó a postear aquí. Lo cierto es que nuestro buen amigo Google Analytics nos ha dado sobradas pruebas de que lo más buscás cuando entrás aquí no es leer mis post, sino saber qué es el Trivium y el Quadrivium.

Cometeré un acto de flagrante desidia: si bien no estoy de acuerdo con la idea de hacer "cute and paste" en mis post, aqui dejo lo que Wikipedia tan bien explica. Les ahorro un paso, digamos.

Salut!

Quadrivium

Del latín, quadrivium: cuatro caminos.

Proviene de la secta de los pitagóricos, cuyo líder era Pitágoras. Estos daban gran importancia a la educación, cuyo objeto era conseguir la moderación y el dominio de uno mismo, imitando el orden y armonía del universo. Las cuatro ciencias que enseñaban (aritmética, astronomía, geometría y música) formarían las bases de la educación de la Edad Media (el quadrivium). Arquitas (428 a. C. - 347 a. C.) sostuvo que la matemática estaba constituida por la astronomía, la geometría, la aritmética y la música.

En la Edad Media, Cuatro de las siete artes liberales con índole matemática: aritmética, astronomía, geometría y música, que se estudiaban siguiendo al trivium, como parte de las enseñanzas escolásticas.

Se consideraba que la Aritmética era el estudio del número en estado puro, que la Geometría era el estudio del espacio en estado puro, que la Música era el estudio del número en movimiento y que la Astronomía era el estudio del espacio en movimiento.


Trivium

El trivium (del latín, trivium (tri-: 'tres (veces), triple' y via: 'camino'), confluencia de tres caminos) se refiere al conjunto de tres de las siete artes liberales relativas a la elocuencia: gramática, retórica y dialéctica (o lógica) típicas de las que se organizaban los estudios formales en la Antigüedad y la Edad Media.


(Aqui viene lo más importante)



Artes liberales

Las siete artes liberales – Imagen del Hortus deliciarum de Herrad von Landsberg (siglo XII)

El concepto de arte liberal, heredado de la antigüedad clásica, hace referencia a su cultivo por "hombres libres" en oposición a las "artes serviles". El término artes liberales designaba los estudios que tenían como propósito ofrecer conocimientos generales y destrezas intelectuales antes que destrezas profesionales u ocupacionales especializadas, las llamadas Artes Manuales,Artes Menores.

Fueron recopiladas por el escritor Martianus Capella en el año 400 dC, en su Satyricon, o De Nuptiis Philologiae et Mercurii et de septem Artibus liberalibus libri novem.

En el Medioevo la iglesia adoptó su enseñanza.

Es un tema muy utilizado en la iconografía medieval.

Las siete artes liberales que se enseñaban en la antigüedad comprendían dos grupos de estudios: el trivium y el quadrivium. Eran éstas (acompañadas de su materia principal en latín):

Durante la Edad Media, las artes liberales conformaban la parte central del currículo de las universidades. Alcuino, consejero intelectual de Carlomagno, las adoptó como base de la reforma escolar llevada a cabo durante el periodo del Renacimiento carolingio. En las teorías educativas medievales el quadrivium seguía el trabajo preparatorio del trivium. Aunque el esquema de trivium y quadrivium se conoce a veces como "educación clásica", se corresponde fundamentalmente con un desarrollo medieval que llega a los siglos XII y XIII.

El ámbito y alcance de las artes liberales evolucionó en el tiempo. Inicialmente se refería a la educación de las élites en los clásicos. Boecio, el "último romano, el primer escolástico", en un intento casi desesperado de transmitir a los nuevos dueños de Italia la civilización clásica, permanece en el reino de los ostrogodos para intentar enseñarles los rudimentos del quadrivium. Del siglo VI en adelante, el sistema medieval de estudios académicos se corresponderá con el esquema doble de los contenidos del trivium y quadrivium pero con la aparición de las Humanidades y de la Ciencia en la época de la Ilustración, el significado de "artes liberales" se extiende hasta abarcar ambas. Aún se excluyen de las artes liberales ocupaciones específicas como la agricultura, los negocios, la ingeniería, la pedagogía, la medicina o la farmacia.

En la Edad Contemporánea, el concepto, utilizado más extensamente como profesiones liberales comprende el ejercicio profesional que requiere formación universitaria, fundamentalmente el Derecho y la Medicina.

Parole de Femme

sábado, 8 de marzo de 2008

El libro de la Risa y el Olvido, Milan Kundera

 

                                     jasmin

 

¿Reír? ¿Acaso nos preocupamos alguna vez por reír? Quiero decir reír de veras, más allá de la broma, de la burla, del ridículo. Reír, goce intenso y delicioso, todo goce...

Yo le decía a mi hermana, o ella me decía, ven, ¿jugamos a reír? Nos acostábamos una junto a la otra en la cama y empezábamos. para hacer como que hacíamos, por supuesto. Risas forzadas. Risas ridículas. Risas tan ridículas que nos hacían reír. Entonces venía, sí, la verdadera risa, la risa entera a arrastrarnos en su rompiente inmensa. Risas estalladas, proseguidas, atropelladas, desencadenadas, risas magníficas, suntuosas y locas... y reíamos al infinito de la risa de nuestras risas... Oh risa, risa del goce, goce de la risa; reír es vivir tan profundamente.

El texto que acabo de citar ha sido extraído de un libro titulado Parole de femme. Fue escrito en 1974 por una de las feministas apasionadas que han marcado notablemente el clima de nuestro tiempo. Es un manifiesto místico  de la alegría.  En contraposición al deseo sexual del hombre que, consagrado a los fugaces instantes de la erección, va por lo tanto fatalmente ligado a la violencia, al aniquilamiento y a la desesperación, la autora exalta como como su antípoda la alegría femenina, la satisfacción, el placer, con una palabra francesa, jouissance, que es dulce, omnipresente, e ininterrumpida . Para la mujer, en tanto que no está alienada a su propia sustancia, comer, beber, orinar, defecar, tocar, oír e incluso estar presente, todo es goce. Esta enumeración de voluptuosidades se extiende a través del libro como una bella letanía. Vivir es feliz: ver, oír, tocar, beber, comer, orinar, defecar, hundirse en el agua y mirar al cielo, reír y llorar. Y si el coito es bello, lo es porque es la totalidad de los goces posibles de la vida: tocar, ver, escuchar, hablar, sentir, pero también beber, comer, defecar, conocer, bailar. Amamantar es también un goce, incluso el parto es un goce, la menstruación es una delicia, esa tibia saliva, esa leche oscura, ese derrame tibio y como azucarado de la sangre, ese dolor que tiene el gusto ardiente de la felicidad.

Sólo un imbécil podría sonreír ante este manifiesto de la alegría. Toda mística es exceso, el místico no debe tener miedo al ridículo si quiere llegar hasta el fin de la humildad o hasta el fin del goce. Así como Santa Teresa sonreía en su agonía, Santa Annie Leclerc (éste es el nombre de la autora del libro del que tomé estas citas) afirma que la muerte es un fragmento de alegría y que sólo el hombre la teme porque está miserablemente apegado a su pequeño yo y a su pequeño poder.

En lo alto, como formando la bóveda de ese templo de la felicidad, suena la risa, delicioso trance de dicha, colmo extremo del goce. Risa del goce, goce de la risa. Indudablemente esa risa no tiene nada que ver con la broma, la burla o el ridículo. Las dos hermanas tendidas en su cama no se ríen de nada concreto, su risa carece de objeto, es la expresión del ser que se alegra de ser. Del mismo modo en que por su gemido el hombre se encadena al segundo presente de su cuerpo que sufre (y está fuera por completo del pasado y del futuro), en esa risa estática el hombre no recuerda ni desea, sino que lanza su grito al segundo presente del mundo y sólo quiere saber de él.

Sin duda recordarán esta escena por haberla visto en decenas de películas malas: una muchacha y un muchacho corren tomados de la mano por un hermoso paisaje primaveral (o veraniego). Corren, corren, corren y ríen. La risa de los dos corredores debe proclamar al mundo entero y todos los espectadores de todos los cines: ¡Somos felices, estamos contentos de estar en el mundo, estamos en armonía con el ser! Es una escena estúpida, es cursi, pero expresa una actitud humana fundamental: la risa seria, la risa más allá de la broma.

Todas las iglesias, todos los fabricantes de ropa interior, todos los generales, todos los partidos políticos, se ponen de acuerdo sobre ese tipo de risa y colocan la imagen de los corredores que corren riendo en los carteles con los que hacen la propaganda de su religión, de sus productos, de su ideología, de su pueblo, de su sexo y de su polvo para lavar la vajilla.

Con ese tipo de risa, justamente, se ríen Micaela y Gabriela. Salen de una papelería, tomadas de la mano, balanceando en la mano libre cada una un paquetito en el que hay papel de color, pegamento y una gomita.

-La Sra. Rafael va a quedar entusiasmada, ya verás - dice Gabriela, y emite un sonido agudo y entrecortado. Micaela, está de acuerdo con ella y le responde con un ruido bastante similar.

 

 

 

In Memorian Julio Cortázar

jueves, 6 de marzo de 2008

Rayuela Capítulo 7

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.

julioCortazar3

 

Martes, en Bouville. (La Náusea, Jean Paul Sartre)

sábado, 1 de marzo de 2008

 

9789500306539 Hoy mi vida llega a su fin. Mañana habré dejado esta ciudad que se extiende a mis pies, donde viví tanto tiempo. Ya no serás más que un nombre, rechoncho, burgués, muy francés, un nombre en mi memoria, menos rico que los de Florencia o Bagdad. Llegará una época en que me pregunte: “Pero cuando estaba en Bouville, ¿qué podía hacer durante todo el día?” Y de este sol, de esta tarde, no quedará nada, ni siquiera un recuerdo.

Toda mi vida está detrás de mí. La veo entera, veo su forma, veo los lentos movimientos que me han traído hasta aquí. Hay pocas cosas que decir de ella: una partida perdida, eso es todo. Hace tres años que entré en Bouville, solemnemente. Había perdido la primera vuelta. Quise jugar la segunda y también perdí; perdí la partida. Al mismo tiempo, supe que siempre se pierde. Sólo los cochinos creen ganar. Ahora voy a hacer como Anny, me sobreviviré. Comer, dormir. Dormir, comer. Existir lentamente, dulcemente, como esos árboles, como un charco de agua, como el asiento rojo del tranvía.


La Náusea me concede una corta tregua. Pero sé que volverá; es mi estado normal. Sólo que hoy mi cuerpo está demasiado agotado para soportarla. También los enfermos tienen afortunadas debilidades que les quitan, por algunas horas, la conciencia de su mal. Me aburro, eso es todo. De vez en cuando bostezo tan fuerte que las lágrimas me ruedan por las mejillas. Es un aburrimiento profundo, profundo, el corazón profundo de la existencia, la materia misma de que estoy hecho. No me descuido, por el contrario; esta mañana tomé un baño, me afeité. Sólo que cuando pienso en todos esos pequeños actos cuidadosos, no comprendo cómo pude ejecutarlos; son tan vanos. Sin duda el hábito los ejecuta por mí. Los hábitos no están muertos, continúan afanándose, tejiendo muy despacito, insidiosamente, sus tramas; me lavan, me secan, me visten, como nodrizas. ¿Habrán sido ellos, también, los que me trajeron a esta colina? Ya no recuerdo cómo vine. Por la escalera Dautry, sin duda; ¿pero subí realmente, uno por uno, sus ciento diez peldaños? Lo que quizá sea aún más difícil de imaginar, es que después voy a bajarlos. Sin embargo, lo sé; dentro de un rato me encontraré al pie del Cotean Vert; alzando la cabeza podré ver iluminarse a lo lejos las ventanas de estas casas que están tan cerca. A lo lejos. Sobre mi cabeza; y este instante, del que no puedo salir, que me encierra y me limita por todos lados, este instante del que estoy hecho, será un sueño borroso.


Miro, a mis pies, el centelleo gris de Bouville. Bajo el sol, es como montones de conchas, escamas, huesos astillados, casquijo. Perdidos entre esos restos, minúsculos resplandores de vidrio o de mica lanzan con intermitencias luces ligeras. Los arroyuelos, las zanjas, los delgados surcos que corren entre las conchas serán calles dentro de una hora; caminaré por esas calles, entre muros. Dentro de una hora seré uno de esos hombrecitos negros que distingo en la calle Boulibet.

Sartre13 Qué lejos de ellos me siento, desde lo alto de esta colina. Me parece que pertenecen a otra especie. Salen de las oficinas, después de la jornada de trabajo, miran las cosas y las plazoletas con aire satisfecho, piensan que es su ciudad, “una hermosa ciudad burguesa”. No tienen miedo, se sienten en su casa. Nunca han visto otra cosa que el agua domeñada que sale por los grifos, la luz que surge de las bombitas cuando se hace presión en el interruptor, los árboles mestizos, bastardos, sostenidos con horquetas. Cien veces por día tienen la prueba de que todo se hace mecánicamente, que el mundo obedece a leyes fijas e inmutables. Los cuerpos abandonados en el vacío caen todos a la misma velocidad, el jardín público se cierra todos los días a las dieciséis en invierno, a las dieciocho en verano, el plomo se funde a 335°, el último tranvía sale del Ayuntamiento a las veintitrés y cinco. Son apacibles, un poco taciturnos, piensan en Mañana, es decir, simplemente, en un nuevo hoy; las ciudades sólo disponen de una sola jornada que se repite, muy parecida, todas las mañanas. Apenas la adornan un poco los domingos. Imbéciles. Me repugna pensar que volveré a ver sus caras gruesas y tranquilas. Legislan, escriben novelas populistas, se casan, cometen la extrema estupidez de tener hijos. Entre tanto, la gran naturaleza vaga se ha deslizado en la ciudad, se ha infiltrado en todas partes, en sus casas, en sus oficinas, en ellos mismos. No se mueve, permanece tranquila, y los hombres están bien metidos dentro, la respiran y no la ven, se imaginan que está afuera, a veinte leguas de la ciudad. Yo veo esa naturaleza, yo la veo... Sé que su sumisión es pereza, sé que no tiene leyes: lo que ellos toman por constancia... Sólo tiene hábitos y puede cambiarlos mañana.

 

jean_paul_sartre

¿Y si sucediera algo? ¿Si de golpe se pusiera a palpitar? Entonces comprenderían que  está aquí y les parecería que el corazón iba a estallarles. ¿Entonces de qué les servirían sus diques y sus murallas, y sus centrales eléctricas, sus altos hornos, sus prensas hidráulicas? Puede suceder en cualquier momento, quizá en seguida; éstos son los presagios. Por ejemplo, un padre de  familia de paseo vera acercársele, por la calle, un guiñapo rojo como empujado por el viento. Y cuando el guiñapo esté muy cerca, verá que es un trozo de carne podrida, manchada de polvo, que se arrastra reptando, brincando, un pedazo de carne torturada que rueda por las alcantarillas proyectando espasmódicos chorros de sangre. O una madre mirará la mejilla de su hijo y le preguntará: “¿Qué tienes ahí? ¿Un grano?” y verá que la carne se hincha, se resquebraja un poco, se entreabre, y en el fondo de la grieta aparecerá un tercer ojo, un ojo risueño. O sentirán suaves roces en todo el cuerpo, como las caricias que los juncos hacen a los nadadores en la ribera. Y sabrán que sus ropas se han convertido en cosas vivas. Y otro encontrará que algo le raspa en la boca. Y se acercará a un espejo, abrirá la boca; y su lengua se habrá convertido en un enorme ciempiés vivo, que agitará las patas y le arañará el paladar. Querrá escupirlo, pero el ciempiés será una parte de sí mismo y tendrá que arrancárselo con las manos. Y aparecerán multitud de cosas para las cuales habrá que buscar nombres nuevos: el ojo de piedra, el gran brazo tricornio, el pulgar-muleta, la araña-muleta. Y aquél que esté dormido en su buena cama, en su dulce cuarto caliente, se despertará desnudo en un piso azulado, en un bosque de vergas zumbantes, erguidas, rojas y blancas, hacia el cielo, como las chimeneas de Jouxtebouville, con grandes testículos medio salidos de tierra, velludos y bulbosos, como cebollas. Y revolotearán pájaros alrededor de estas vergas y las picotearán y las harán sangrar. El esperma correrá lenta, dulcemente, de esas heridas, esperma con sangre, vidrioso y tibio, con burbujitas. O no sucederá nada de todo esto, no se producirá ningún cambio apreciable, pero una mañana, al abrir las celosías, las gentes quedarán sorprendidas porque las cosas estarán pesadamente rasgadas de una especie de sentido horrible, como si esperaran. Nada más que esto; pero por poco que dure, habrá cientos de suicidios. ¡Bueno, sí! Que esto cambie un poco, para ver; no pido otra cosa. Entonces veremos a otros bruscamente sumidos en la soledad. Hombres solos, completamente solos, con horribles monstruosidades, correrán por las calles, pasarán pesadamente delante de mí, con los ojos fijos, huyendo de sus males y llevándolos consigo, con la boca abierta y su lengua-insecto batiendo las alas. Entonces lanzaré una carcajada, aunque mi cuerpo esté cubierto de sucias costras opacas que se abrirán en flores de carne, en violetas, en ranúnculos. Me apoyaré en una pared y les gritaré al pasar: “¿Qué habéis hecho de vuestra ciencia? ¿Qué habéis hecho de vuestro humanismo? ¿Dónde está vuestra dignidad de cañas pensantes?” No tendré miedo, o por lo menos no más que en este momento. ¿Acaso no será siempre existencia, variaciones sobre la existencia? Todos esos ojos que devorarán lentamente un rostro, estarán de más, sin duda, pero no más que los dos primeros. La existencia es lo que temo.

Cae la noche, las primeras lámparas se encienden en la ciudad. ¡Dios mío! Qué natural parece la ciudad a pesar de todas sus geometrías, qué aplastada por la noche. Es tan... evidente, desde aquí: ¿es posible que yo sea el único en verlo? ¿No hay en ninguna parte otra Casandra, en la cima de una colina, mirando a sus pies una ciudad sumergida en el fondo de la naturaleza? Por lo demás, ¿qué me importa? ¿Qué podría decirle?

Muy despacito mi cuerpo se vuelve hacia el este, oscila un poco y echa a andar.