Parole de Femme

sábado, 8 de marzo de 2008

El libro de la Risa y el Olvido, Milan Kundera

 

                                     jasmin

 

¿Reír? ¿Acaso nos preocupamos alguna vez por reír? Quiero decir reír de veras, más allá de la broma, de la burla, del ridículo. Reír, goce intenso y delicioso, todo goce...

Yo le decía a mi hermana, o ella me decía, ven, ¿jugamos a reír? Nos acostábamos una junto a la otra en la cama y empezábamos. para hacer como que hacíamos, por supuesto. Risas forzadas. Risas ridículas. Risas tan ridículas que nos hacían reír. Entonces venía, sí, la verdadera risa, la risa entera a arrastrarnos en su rompiente inmensa. Risas estalladas, proseguidas, atropelladas, desencadenadas, risas magníficas, suntuosas y locas... y reíamos al infinito de la risa de nuestras risas... Oh risa, risa del goce, goce de la risa; reír es vivir tan profundamente.

El texto que acabo de citar ha sido extraído de un libro titulado Parole de femme. Fue escrito en 1974 por una de las feministas apasionadas que han marcado notablemente el clima de nuestro tiempo. Es un manifiesto místico  de la alegría.  En contraposición al deseo sexual del hombre que, consagrado a los fugaces instantes de la erección, va por lo tanto fatalmente ligado a la violencia, al aniquilamiento y a la desesperación, la autora exalta como como su antípoda la alegría femenina, la satisfacción, el placer, con una palabra francesa, jouissance, que es dulce, omnipresente, e ininterrumpida . Para la mujer, en tanto que no está alienada a su propia sustancia, comer, beber, orinar, defecar, tocar, oír e incluso estar presente, todo es goce. Esta enumeración de voluptuosidades se extiende a través del libro como una bella letanía. Vivir es feliz: ver, oír, tocar, beber, comer, orinar, defecar, hundirse en el agua y mirar al cielo, reír y llorar. Y si el coito es bello, lo es porque es la totalidad de los goces posibles de la vida: tocar, ver, escuchar, hablar, sentir, pero también beber, comer, defecar, conocer, bailar. Amamantar es también un goce, incluso el parto es un goce, la menstruación es una delicia, esa tibia saliva, esa leche oscura, ese derrame tibio y como azucarado de la sangre, ese dolor que tiene el gusto ardiente de la felicidad.

Sólo un imbécil podría sonreír ante este manifiesto de la alegría. Toda mística es exceso, el místico no debe tener miedo al ridículo si quiere llegar hasta el fin de la humildad o hasta el fin del goce. Así como Santa Teresa sonreía en su agonía, Santa Annie Leclerc (éste es el nombre de la autora del libro del que tomé estas citas) afirma que la muerte es un fragmento de alegría y que sólo el hombre la teme porque está miserablemente apegado a su pequeño yo y a su pequeño poder.

En lo alto, como formando la bóveda de ese templo de la felicidad, suena la risa, delicioso trance de dicha, colmo extremo del goce. Risa del goce, goce de la risa. Indudablemente esa risa no tiene nada que ver con la broma, la burla o el ridículo. Las dos hermanas tendidas en su cama no se ríen de nada concreto, su risa carece de objeto, es la expresión del ser que se alegra de ser. Del mismo modo en que por su gemido el hombre se encadena al segundo presente de su cuerpo que sufre (y está fuera por completo del pasado y del futuro), en esa risa estática el hombre no recuerda ni desea, sino que lanza su grito al segundo presente del mundo y sólo quiere saber de él.

Sin duda recordarán esta escena por haberla visto en decenas de películas malas: una muchacha y un muchacho corren tomados de la mano por un hermoso paisaje primaveral (o veraniego). Corren, corren, corren y ríen. La risa de los dos corredores debe proclamar al mundo entero y todos los espectadores de todos los cines: ¡Somos felices, estamos contentos de estar en el mundo, estamos en armonía con el ser! Es una escena estúpida, es cursi, pero expresa una actitud humana fundamental: la risa seria, la risa más allá de la broma.

Todas las iglesias, todos los fabricantes de ropa interior, todos los generales, todos los partidos políticos, se ponen de acuerdo sobre ese tipo de risa y colocan la imagen de los corredores que corren riendo en los carteles con los que hacen la propaganda de su religión, de sus productos, de su ideología, de su pueblo, de su sexo y de su polvo para lavar la vajilla.

Con ese tipo de risa, justamente, se ríen Micaela y Gabriela. Salen de una papelería, tomadas de la mano, balanceando en la mano libre cada una un paquetito en el que hay papel de color, pegamento y una gomita.

-La Sra. Rafael va a quedar entusiasmada, ya verás - dice Gabriela, y emite un sonido agudo y entrecortado. Micaela, está de acuerdo con ella y le responde con un ruido bastante similar.

 

 

 

2 Dimes y diretes:

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